jueves, 26 de enero de 2017

Mi bebé rechaza el biberón (y yo debo dejarlo unas horas para ir a trabajar!)

Por Melina Bronfman

Jamás en mi vida creí que escribiría este artículo. ¿Ayudar a dar el biberón??
Vade retro, Satanás!
Por lo tanto decidí no hacerlo. No escribiré un artículo sobre cómo dar el biberón, sino, para entender las razones por las que el bebé lo rechaza. Y cómo ayudarlo a alimentarse.
Una alegría que me da la necesidad de escribir esta nota es que antes las mujeres sólo pedían ayuda para amamantar. Nunca había sucedido que sus bebés no conocieran el biberón. Más del 80 % se alimentaba así después del segundo mes de vida. Las tendencias se están revirtiendo, gracias al acceso a la información y a los círculos de madres en los que las mismas  mujeres se identifican con su enorme potencial de amamantadoras, con el el placer de poder tranquilizar a sus hijos del hambre, del sueño, del dolor y de un sinfín de  necesidades fisiológicas con sólo ”pelar”.
Eso, antes no sucedía, no, no, no.

Antes todas las mujeres sabían dar biberón y solo unas pocas eran las raras que daban teta. Afortunadamente se pusieron de moda la salud y el placer que brinda la fisiología, y más mujeres se entregan a lactancias exclusivas sin hacerse ya las preguntas de “¿estará bien así”? “¿no estará tomando demasiado seguido?” o “¿será que se queda con hambre?”. YA SABEN cómo funciona la fisiología y la ejercen.

 Estas mismas madres entusiastas, pasan días y meses amamantando y extrayéndose leche para tener en stock para cuando deban reincorporarse al trabajo. 
El freezer se va llenando de bolsitas y frasquitos. El bebé va cumpliendo meses. Y así llega el día, no de volver a trabajar, pero si de la prueba piloto.


El bebé aún se alimenta solo de leche, pero cuando la familia quiso hacer la prueba de alimentar con biberón, el bebé lo ha rechazado, llorando, cerrando la boca y no ha tragado ni una sola gota.
 Las madres ven derrumbarse su mundo cuando deben reincorporarse al trabajo y no encuentran la manera en que el bebé acepte el biberón.
Consultan desesperadas, angustiadas. Sus bebés toman con tanta frecuencia el pecho, ¿cómo va a estar tantas horas sin ingerir NADA? ¡No pueden dejarlo así!

La pregunta es ¿Por qué los bebés rechazan con tanta frecuencia el biberón? ¿Acaso una generación atrás no tomaban casi todos ellos de esas botellas?
Este es el punto principal: hemos naturalizado tanto los biberones que creemos que para los niños es natural que les acerquen un biberón y abrir la boca. Pero no, no tenemos impreso en los genes ni el uso del chupete ni el uso del biberón.
Pero esto es lo que sucede desde el punto de vista del bebé. ¡Toda su vida tomó teta! Él conoce que está relacionado a tomar del cuerpo de su mamá. Su olor. El gesto de levantarse la ropa, La aproximación mutua. El hociqueo que debe hacer hasta encontrar el pezón y succionar “estilo teta” para obtener su leche. Y de repente la mamá o el papá (o cualquier adulto) un día, y con todas las intenciones de entrar en tu boca aparece con un material sólido que se parece más bien a un misil.
¡Lo lógico es que el bebé lo rechace!
Entonces, ¿cómo hacer?

Si el bebé ha de usar biberón (hay otros recursos que veremos más adelante), primero debe verlo, tocarlo, reconocerlo, chuparlo (no necesariamente de la tetina), y descubrirlo por sí mismo.
Cuando se le presenta el objeto, se le debe explicar “esto es para darte leche cuando yo no esté para darte la teta y necesites comer”. “Te la va a dar XXXX”. A continuación podrías mostrarle cómo se usa, por donde sale el líquido (mostrárselo con un poco de agua en su interior puede funcionar). Luego beber de allí o darle a alguien a beber de allí, para que LA IMITACIÓN, gran recurso de aprendizaje, habilite la acción. “Si mi mamá o mi papá se lo meten en la boca no es riesgoso”. La curiosidad hará el resto.
Quiero subrayar con esto que los bebés necesitan de muchas anticipaciones para cualquier cosa que les sucederá. No es bueno para ellos ser colocados en el lugar de alguien que tiene que sacar una conclusión, o conjeturar. Necesitan SABER qué ocurrirá, y en todo caso, CONSTATAR con la información que se le ha dado, si lo que ocurre es lo que ya se le había avisado.

También está el punto de que la madre, secretamente (o a voz en cuello) lamente que aparezca la tetina entre el bebé y ella, por el temor de que confunda la succión del bebé y así arruine la lactancia a mediano y largo plazo. Pues no será así. SI el bebé toma la teta, el vínculo creado entre ambos es único y un biberón mientras ella no esté, NO va a arruinarlo. En este caso tanto bebé como mamá deben saber que el biberón sólo aparece en ausencia de la mamá.

Pero el biberón no es la única manera de administrar leche a un bebé. Puede ser a través de un vasito, o bien una cucharita. He visto a una madre usar la típica cremera o salsera de las vajillas elegantes, dándole al bebé del piquito de beber.

Pero TODO debe ser relatado, mostrado, permitido de conocer y reconocer, y luego administrado, cuando el niño sólo necesita chequear.

Alimentarse es un acto de a dos. En el inicio, el adulto alimenta directamente al niño, y luego, el adulto prepara los alimentos y los comparte con el niño. Por lo tanto, NUNCA, el bebé debería habituarse a tomar el biberón SOLO, cosa que muchos adultos festejan como signo de independencia del bebé. 
Lo que todos debemos saber, tanto madres que den biberón, como adultos que estén a cargo de los cuidados del bebé, es que todo puede florecer en el territorio de la CONFIANZA, y , más que nunca en el momento de alimentarse, el vínculo entre ambos, de entrega mutua, debe estar presente.


Nota: para quienes tienen miedo de el biberón confunda la succión del bebé, existe una manera "fisiológica" de dar el biberón, llamado método Kassing, he aquí los puntos básicos extraídos de este link

Este método recrea las condiciones más parecidas al pecho, en cuanto a esfuerzo, estimulación y enganche se refiere. Ayuda a preparar al bebé para la vuelta al pecho.
Nos hace falta:
  • Una tetina base estrecha.
  • Que la tetina sea larga (18 mm- 2cm): para estimular punto “S” se encuentra entre el paladar blando y el duro.
  • Que la tetina sea blanda, así es más parecida al pezón.
  • Que sea de las clásicas, es decir, de las redondas por todos los lados. Evitar las anatómicas puesto que no crean una succión más fisiológica.
  • El niño debe estar sentado, en un ángulo de 90º No recostarlo imitando las posturas al pecho.
  • Hay que colocar el elemento biberón lo más horizontal posible para evitar gravedad y crear así un flujo más lento de leche que el bebé pueda regular.
  • Estimular el reflejo de búsqueda tocando las mejillas, los labios la nariz y meter tetina entera cuando esté la boca bien abierta.
  • Es el niño el que controla la velocidad y cantidad que desea tomar.
  • Dejar que haga 5-6 succiones y sacar de la boca como el tapón de una botella de cava.
  • Iniciar de nuevo el proceso estimulando el reflejo de búsqueda, repetir hasta que el niño se duerma o no quiera más alimento.




sábado, 14 de enero de 2017

¿Quién es mamá? ¡Yo, hijo! ¿Y por qué hablas de otra persona?

Desencuentros comunicacionales entre el niño y el adulto.

Hace bastante tiempo que vengo observando unas cuantos quiebres el uso indebido y hasta extraño de la “persona gramatical”, la persona que lleva a cabo la acción.
El territorio de observación inicial fue el de la mater paternidad, porque es donde estoy la mayor parte del día.
He escuchado infinidad de veces a madres decirles a sus hijos “mamá te dijo que …” o “No llores, acá está mamá”. También escuché a padres “hacele caso a papá”, y me daba la sensación de que tanto al bebé como a mí, nos impulsaba a mirar alrededor a ver si el padre efectivamente estaba cerca de ellos dos.




Esta modalidad, confusa a mi modo de ver, de comunicación, no es única entre madres, padres, hijas e hijos, sino que aparecen en otros territorios de la vida humana.
Por ejemplo observé que en las clases de trabajo corporal es muy corriente escuchar por parte del/a facilitador/a, por ejemplo, un “me estiiiiro” cuando te quieren indicar en realidad que VOS te estires.
Hace poco en una clase de yoga, ocurrió un momento bastante cómico en donde la profesora, amiga además, dijo “muevo la articulación del tobillo” y yo me acomodé para mirar cómo ella movía su pie. Ella, a su vez se quedó mirándome, desconcertada por mi quietud (no estaba respondiendo a la consigna).  De repente caí “ah, yo muevo, ok”.

Recuerdo en varios acompañamientos de parto, en donde el profesional le decía a la parturienta “respiro profundo” y la mujer desconcertada miraba al profesional (estimo que para constatar que respiraba profundo) hasta que una vez se me ocurrió susurrarle “quiere decir que vos tomes aire”.
También recuerdo el relato de una mujer en su parto cuando el obstetra varón alentándola a pujar, se sincera con un “soplo por la vagina”. Sería desopilante si no evidenciara, además de la disociación de persona de la acción planteada en el artículo, porque según esta declaración, el obstetra alienta a la mujer contándole que él no sélo tiene vagina, sino que además sopla (¿?) con ella, el interrogante acerca de qué hacen los varones ocupándose de procesos fisiológicos femeninos. Pero eso es tema de otro artículo.
Sigo. Diego Maradona hablando de sí mismo, mencionándose como si fuera otra persona.
Las veces que lo he llegado a escuchar me sentí bastante desorientada hasta que entendí de qué o quién estaba hablando.

Otra circunstancia muy habitual es hablar de lo que nos pasa, como si en realidad le ocurriera a nuestro interlocutor/a.
_“No sabés la vergüenza que te da hacer tal cosa”.
_¿A mí?,
 _No, a mí.
 _Ah pero hablabas de mí.


¿Vos sos yo, o somos los dos al mismo tiempo?

Volviendo a la comunicación entre padres e hijos, también quiero destacar otros dos hábitos comunicacionales que confunden mucho a los niños.
1: Incluirse en algo que le sucede sólo al niño: "Hoy estamos con dolor de panza". O el típico "¿Nos ponemos la campera?"(Cuando el adulto, por ejemplo, ya la tiene puesta y está esperando que el niño acceda a colocársela).
2: Hacerle una pregunta, como si el niño tuviera la opción de elegir "¿Nos vamos a casa"? (lo de la campera también aplica). "¿nos cambiamos el pañal?". Y el niño se preguntará cuándo le toca al adulto, ya que nunca lo vio cambiándose los pañales.

Estos dos hábitos no solamente confunden al niño, sino que lo sacan del lugar  de niño, ya que lo ponen en situación de tomar una decisión cuando en realidad le corresponde al adulto hacerlo.
Para colmo, normalmente el adulto hace la pregunta para pedir la aprobación del niño, cuando en realidad ya tiene una decisión tomada, y ante el NO del niño, lo hace igual (salir de la casa, ponerle la campera o cambiarle los pañales), lo que suscita el interrogante por su parte "¿para qué me pregunta? y probablemente una reacción violenta del niño ante la frustración o el no respeto por sus elecciones.
En estos casos el adulto debería tener el cuidado de hablar con afirmaciones, anticipando al niño lo que sucederá en el mediano y corto plazo, para que éste vaya preparándose. Es muy pesado para un niño tener que decidir lo que va a sucederle, es muy más tranquilizador saber que hay un adulto a cargo, que sabe qué y cuándo hacer y al que no le duele la panza.

Conclusiones

Concretamente no me parece tan grave que nos mezclemos en el hablar si ambos compartimos el código, somos adultos, y tenemos recursos emocionales y lingüísticos para reorganizarnos ante un/a interlocutor/a confuso/a.

Personalmente yo procuro no hacerlo y circunscribo, con el nivel de autoconciencia que tengo hoy en día, lo que me ocurre y siento a mi persona, de la misma manera que no involucro a otras personas en mis procesos personales.

Pero me da un cierto escozor que tan regular y sistemáticamente, no se tenga en cuenta lo confuso que puede ser para un niño, en pleno proceso de individuación, de construcción de su yo, que la palabra “YO” nunca se mencione, y se hable en tercera persona de quien se refiere a sí misma/o.
Esta situación sí tiene su gravedad, porque los niños están en pleno proceso de organización, construcción personal. Deberíamos, como adultos responsables de su desarrollo, darles las herramientas más impecables posibles, y quizás eso implique abrir un espacio de autobservación de nuestras propias acciones, incluyendo el lenguaje.

No deja de llamarme la atención los enormes déficits de comunicación que ya, de por sí, como sociedad, estamos teniendo. Dificultad en la comprensión de un texto, de comprensión de la palabra hablada.

Y otra dificultad, más grave aún, es la de ser conscientes de la necesidad de chequear si estoy siendo escuchada, y cómo es esa escucha.
¿Nos llama la atención la expresión de desconcierto o de desorientación que vemos en la persona que tenemos delante, ya sea bebé, niño o adulto? ¿Nos hemos tomado el trabajo de ver cómo reacciona un bebé de meses cuando lo saludamos a una distancia prudencial (normalmente cuando son pequeños tienen terror que los desconocidos se acerquen y los toquen) y esperamos su respuesta en su rostro?

Efectivamente, la comunicación, no es sólo verbal. También es gestual. No se trata de chequear a quién nos escucha, sino de también quién interactúa con nosotros. Porque tanto el lenguaje es acción, como la acción es lenguaje (o comunicación).

Creo que de verdad, no solemos preguntarnos con quién hablamos cuando hablamos, y qué generamos en nuestros escuchantes.
Pregunta que merece hacerse cuando nuestro escucha es nuestro hijo (o un niño cercano), y está construyéndose física, emocional y lingüísticamente.
Como ejemplo, puedo citar a una niña que tomaba a la madre de la mano con un "te acompaño", cuando en realidad ella quería expresar "acompáñame". Sí, con el tiempo lo corrigió. Lo que me quedo reflexionando, es cuántas correcciones debemos hacer a nuestra data entry, porque ingresamos los datos incorrectos. Es como poner los programas equivocados en la computadora, y tener que desisntalarlos, instalar los adecuados, etc. Finalmente funciona. Pero hemos perdido un tiempo y una energía innecesariamente irrecuperables!

Algunas recomendaciones a la hora de comunicarnos:
  • chequear si nuestro mensaje llega como deseamos que llegue.
  • dar tiempo al niño para que internalice lo que hemos dicho, lo procese, y responda verbal o corporalmente.
  • a su vez, el adulto mostrar que el mensaje del niño ha llegado tal y como él/la necesita.
  • JAMÁS colocar al niño en situación de tener que deducir qué queremos decir.

A modo de cierre, compartiré los pensamientos de Agustina Petrella, otra amiga, que hace standup, en un monólogo sobre maternidad ella confesó: “ya sé por qué las mamis hablamos de nosotras en tercera persona. Para salvaguardarnos de pagar las culpas de los errores que cometimos en la crianza. Cuando nuestros hijos nos vengan a reclamar, les diremos, no, yo no fui, (señalando acusativamente a un costado), ¡fue mamá! “

Los saluda con mucho cariño Melina (¿vieron? Suena cuanto menos, ¡raro!)
Ahora sí, ¡nos estamos escuchando!
Melina