viernes, 25 de marzo de 2016

La envidia del pene…¿O la envidia de la teta?


Como acompañadora de procesos fisiológicos en el desarrollo, tengo el privilegio de conocer decenas de mujeres y varones que se estrenan en la materpaternidad.
El viaje es largo. El desarrollo de un ser humano en su etapa inicial abarca los primeros 7 años de vida como fundantes de sus patrones emocionales, cognitivos, lingüísticos, corporales, de salud, vinculares, e incluso en otras dimensiones que no todos los consideran válidos (espirituales).
Este viaje, el bebé-niño no lo comienza solo. Despega de su madre. El despegue debe ser oportuno. Si lo hizo antes de estar listo, continuando la metáfora, quizás no pueda volar muy alto, o necesite hacer varios aterrizajes de emergencia, quizás a lo largo de toda su vida.
Parte del viaje, gran sustento del mismo, (y parte de lo que llamamos apego fisiológico) es la experiencia de la lactancia. Ser amamantado, más allá del primero año, del segundo, del tercero, del cuarto.
La edad fisiológica del destete y desleche humano está promediando los 6 años de vida (entre 5 a 7), práctica que en occidente es casi desconocida, aunque satisfaga (como todo evento fisiológico) los más altos estándares de salud. http://m.bebesymas.com/lactancia/la-edad-natural-del-destete-va-de-los-2-anos-y-medio-a-los-7-anos-entrevista-a-la-antropologa-kathy-dettwyler .
Sin embargo, como la mayoría de la población occidental desconoce este dato, suelen rechazar a las pocas, pero cada vez más mujeres que se informan y deciden extender la lactancia más allá de los dos años (fecha límite de fantasía, porque la OMS recomienda amamantar como mínimo dos años, y ponerle fin cuando madre y niño lo decidan).
Una mujer puede decidir amamantar a largo plazo por varias razones, algunas de ellas pueden ser estas:
·         Sabe que es lo mejor de lo mejor. Lo que se considera Premium en el paradigma industrial.
·         Es gratis. Comparando con el dinero que tendría que gastar en comprar alimento para su hijo, son X años de alimento (Premium) gratis.
·         Es práctico. Para estas madres, amamantar es muy fácil (comparando con una mujer que no lo haga, independientemente de las razones): saca una teta y la leche está lista.
·         Es placentero. Para ambos.
·         Sabe que protege inmunológicamente a su hijo cada vez que lo amamanta. (Es curioso porque algunas estrategias de márketing le adscriben estas propiedades a los productos lácteos industrializados, cosa que es absolutamente falsa).
·         Sabe que es saludable para ella. Cuantos más años de amamantamiento, menos riesgos de desarrollar cáncer de mama (El riesgo se reduce en 4,3% por cada 12 meses de lactancia). https://www.aecc.es/SOBREELCANCER/CANCERPORLOCALIZACION/CANCERMAMA/PREVENCION/Paginas/factoresderiesgo.aspx
Por lo tanto, una vez informada la mujer, y decidida, aparentemente no tendría más que entregarse al proceso. Sin embargo, no es así. La mujer que decide amamantar, se enfrenta a una legión de adultos desinformados que no hacen más que criticarla y hostilizarla por haber simplemente elegido otras prácticas de crianza, incluida la lactancia.
Para la madre, esta circunstancia es muy desafortunada, porque su círculo íntimo (familia cercana y amigos) deberían ayudarla a sostener sus elecciones, o como mínimo, respetarla y no boicotearla.
Muchas mujeres atónitas por la falta de empatía de su entorno, en el intento de generar el apoyo que necesitan por su parte, procuran explicar sus decisiones explicando y fundamentando con información válida sus acciones (lo que no significa que su entorno esté eufórico de deseo de aprender), colocándolas en una posición muy agotadora, de justificación, cuando ellas solo necesitan ayuda, o al menos respeto por sus decisiones.
Ahora bien, ¿qué ocurre con el entorno, que es incapaz de observarse, de controlarse en sus opiniones, de verse generador de stress, de incomodidad, quebrando la confianza que todo vínculo necesita para florecer y crecer?
Es notable quienes se suelen escandalizar ante la visión de una niña o niño siendo amamantado, son personas que por lo general no tuvieron esa experiencia, ni tampoco acceso a la información de manera oportuna.
Sin embargo, creo que no es todo. Muchas veces hemos visto a alguien desempeñarse de manera opuesta a nuestras expectativas y sin embargo no explotar, ni tomárselo de manera personal, tal como vemos las reacciones en lo que respecta a la práctica del amamantamiento.
Pareciera que realmente se lo tomaran a modo personal. Casi como un cuestionamiento a su propia vida, a su propia historia.
Si no amamantaron de esa manera, se sienten cuestionadas. Como si subyaciera esta conversación “Vos y yo hacemos cosas diferentes. Alguien lo hace mal. Yo, no”. Si no fueron amamantados/as, el sentimiento es quizás un poco más doloroso. “Yo no tuve eso. ¿Por qué él/ella sí??”
Este es el punto de la verdad, el de la herida histórica. El amor duele, cuando no lo tuvimos.
No obstante, creo que cuando la mujer que se siente hostilizada es capaz de verlo, ya no siente ser la legítima destinataria del mensaje.
Puede emocionalmente abrazar ese dolor y seguir en su tarea de, justamente no generarlo en su cría.
Cuando Freud formuló su teoría de la envidia el pene, lo hizo probablemente desde una mirada totalmente falocéntrica, y considerando que el pene y la experiencia de ostentarlo era lo más regulador del mundo.

Sin embargo, a la vista de las reacciones más insólitas ante la simple imagen de una madre dedicándole su cuerpo, su tiempo y su amor a su cría, se desprende la duda de si no habrá acaso otro tipo de envidia, más primal, más legítima, que es la de desear aquello que se necesitó y por algún motivo, (lamentablemente, muchas veces cultural) no se tuvo.
En definitiva: la envidia del apego, o el dolor de no haberlo vivido.



sábado, 12 de marzo de 2016

Aprendizajes de un difícil encuentro de crianza



Hace unos días coordiné como tantísimas veces en mi labor profesional, un encuentro de crianza para madres y padres, al que normalmente vienen con sus hijos.

¿Qué es un encuentro de crianza? Es un espacio compartido de padres e hijos. Los hijos están presentes por dos motivos principales: los padres trabajan gran parte del día y no quieren sacrificar más horas de ausencia. Los padres concurren para chequear datos, dudas acerca de la crianza de sus hijos, por una sencilla razón. Los paradigmas de la crianza están cambiando y no suelen tener referentes en su propio entorno, por lo que vienen a verificar si lo que están haciendo es lo adecuado, o si su hijo tiene un comportamiento agresivo o disfuncional (sueño, alimentación, control de esfínteres, etc.) cómo interpretarlo, y ayudarlo.
Normalmente hago una convocatoria al mes en mi sala. Hago dos turnos, uno para bebés de hasta el primer año, y otro para bebés y niños del 2do y 3er año de vida, ya que sus necesidades son muy diferentes, dado sus momentos evolutivos. Hay lugar para hasta 12 niños, que vienen con la mamá, y muchas veces se suma el papá.
En los grupos del primer año de vida, es interesante que venga el papá, porque muchas veces la transmisora del tipo de crianza es la mamá, y es bastante común que se quede sola, sin apoyo, incluso a veces por parte de su propio compañero.
Así es más común que fracasen las lactancias (o que cuesten muchísimo), o se perturbe el desarrollo del niño, porque cada uno quiere “hacer como quiere” sin tener en cuenta de que el receptor de dos ideas diferentes y de dos procederes diferentes es un mismo niño. Una, acude ante el mínimo malestar del niño. El otro prefiere “que llore, así aprende que la vida no es como le estás haciendo creer”. Una, prefirere colechar, mientras que el otro siente (o su entorno le hace sentir) que “la pareja se pierde”. La madre suele ser criticada por sus elecciones, y también el padre, al “permitir” que ella haga lo que quiera.
El niño suele sentirse más cómodo con uno de los dos estilos, y termina rechazando al implementador del otro. Entonces se la acusa a la madre de aislar al padre, de “echarlo”, de no compartir la crianza, cuando la mamá, está solo protegiendo a su bebé y procurando darle lo que su hijo necesita para estar tranquilo y seguro. O al revés en el caso de que el empático con el niño sea el papá.
Cuando ambos participan de un encuentro de crianza, los dos por igual reciben la información acerca de los motivos por los que el niño necesita lo que necesita, y lo saludable que resulta poder satisfacerlo. A menudo es más fácil que se pongan de acuerdo. Muchas veces los adultos necesitan hacer el duelo de su propia experiencia de crianza. Que resulta que no fue tannn buena como quisieron creer. Y es importante recalcar que a su vez sus padres hicieron lo que en ese momento creían que era lo mejor. Aunque en realidad no era lo mejor.
Los encuentros del 2do año de vida en adelante, son bastante más complejos. En el primer año de vida, nos ocupamos de los adultos, para que puedan setearse de acuerdo a las necesidades del niño. En el segundo grupo, recibimos a niños que ya han sido criados, al menos por un año. Ya desarrollaron un sistema de confianza o de defensa. Ya tienen una acumulación de experiencias que habilitan gestos amorosos o agresivos.

La ecuación más común es  que la frustración de sus necesidades básicas de contacto, lactancia, seguridad, etc, derivan en violencia. Entonces cuando los padres vienen a “quejarse” o a lamentarse de que su hijo está agresivo, pega o muerde, la tarea consiste en hacerles ver que eso no es más que un resultado de lo que los niños estuvieron viviendo.
Hace más de 10 años que coordino encuentros de crianza. Sin embargo, lo que sucedió el viernes pasado nunca había ocurrido antes.
El nivel de agresividad entre los niños que concurrieron era altísimo. No todos, pero sí los suficientes como para convertir la sala en una batalla campal.
Muchos padres atónitos (yo también) y sumamente desconcertados, porque se suponía que venían a un lugar en donde iban a aprender algo sobre sus hijos. No se pudo. No se pudo casi comenzar, que una madre declaró que no se sentía cómoda y prefería retirarse. Elegía proteger a su hijo antes de quedarse a escuchar algo que pudiera ayudarla. Le dije que entendía perfectamente su elección y que estaba de acuerdo. En ese momento todavía (ilusa yo!) creía que podría revertir la situación.
Imposible. Los padres de los “revoltosos” eran los que menos intervenían, porque eran los que desesperadamente habían venido a escuchar una “solución salvadora”.
Son los que han recibido millones de críticas, por “no ponerle límites a sus hijos”, cuando ellos creen que no hacen otra cosa. Sus hijos se parecen al demonio de Tasmania, y sólo les queda atarlos. Todo lo demás ya lo han probado.
El caos de intervenir cada 2 minutos para evitar un golpe a otro niño, o consolar a aquél que ya lo había recibido hizo que en un momento me iluminara (por fin!) y decidiera suspender el encuentro, no sin antes remarcar, que los niños no tenían la culpa de nada. Ellos solo estaban transmitiendo un mensaje, a gritos, que los adultos aun no podían decodificar.

Les pedí que por favor antes de irse, que reflexionaran acerca de lo que todos estábamos viviendo. Que este encuentro no debía caer en la nada, había una lección muy importante para tomar. Indispensable.
Es claro que nadie hace las cosas mal a propósito, nadie quiere ser mala madre, mal padre, mal profesional. Todos deseamos desarrollar nuestro potencial al máximo posible. No es cuestión de señalar “fuiste mala madre”. Jamás. Pero sí, de preguntarse ¿Cómo fue que aprendiste a maternar así? ¿Cómo fuiste maternada? Idem con el papá.
¿Cuántos baches tenemos en nuestra historia, cuánto daño tiene nuestro niño interior, que nos impide conectarnos con el niño que hemos engendrado, gestado, parido y ahora estamos criando?
Se fueron y quedé desolada. Preocupadísima. Es como si viviéramos hoy las advertencias del cambio climático. La Antártida se derritió hoy. La violencia apareció hoy. En niños de tan sólo 2 años.
Es urgente revisar nuestra historia, revisar qué hicimos con nuestros hijos, SANAR lo que no fue, disculparnos, pedir disculpas. Y por favor, generar otra civilización. De esta, ya no podemos esperar nada.

Los niños no pueden más.