LOS EFECTOS DEVASTADORES DE LAS PANTALLAS TÁCTILES SOBRE EL CEREBRO EN CONSTRUCCIÓN
Traducción y comentario Lic. Rut Mijelshon
Según la Dra. Anne-Lise Ducanda, médica a cargo del Departamento de Protección materna e Infantil de Essonne, departamento francés situado a unos 50 km al sur de París, existe una justificada preocupación de los especialistas de la protoinfancia por las dramáticas consecuencias que parece tener, en los cerebros en desarrollo, la sobreexposición de los chicos de 0 a 3 años a tabletas y celulares. Este fenómeno, que está lejos de ser marginal provoca, de acuerdo con un ya amplio consenso de profesionales de muchos países, desde retardos madurativos hasta trastornos equiparables al espectro autista. En efecto, todas las áreas del desarrollo pueden verse afectadas en estos verdaderos adictos a la pantalla, que se desconectan de la realidad para encerrarse en una burbuja virtual.
Este fenómeno se expresa de diversas formas, ya que los chicos no presentan todos idénticas alteraciones pero puede señalarse, de manera general, que estos trastornos afectan a todas las competencias del sujeto.
¿Cómo actúa, en edades tempranas, esta manipulación intensiva de los “juguetes” tecnológicos?
Sabemos que, para que el cerebro se desarrolle en forma adecuada, es fundamental la exploración que pone en juego los cinco sentidos y, en especial, la manipulación del entorno real. A partir de allí, el cerebro analiza los efectos de los gestos del sujeto sobre los objetos reales, siendo este análisis una de las condiciones para que el cerebro establezca conexiones intrínsecas interneuronales y se desarrolle, lo que no puede cumplirse de manera apropiada en las dos dimensiones de los dispositivos electrónicos. Es necesario que se despliegue en tres dimensiones, por la exploración y la experiencia y en interacción con el mundo social.
Por otra parte, la aparición del lenguaje oral es consecuencia del apego, de la interacción, esos lazos fortísimos que se van creando cuando un padre mira a su hijo, le sonríe, lo alza, responde a sus necesidades y le va poniendo palabras a sus acciones y emociones. Esta relación genera una confianza afectiva que le permite explorar su entorno. Es decir que hay un VOS permanentemente presente en el adulto del que, en un momento dado, el niño se apropiará como signo de su acceso al instrumento comunicativo humano por excelencia.
En este sentido, la exposición a las pantallas durante horas dificulta, por una parte, la exploración del entorno real por el tacto y, al mismo tiempo, aísla al niño de toda relación humana, indispensable para la comunicación y el lenguaje.
Porque, según explica la Dra. Ducanda, las pantallas no son juguetes como los otros. En efecto, contrariamente al objeto tradicional, que el niño puede abandonar en un momento determinado para ir en busca de otro, la sucesión de flashes luminosos y sonoros del objeto electrónico captan su atención involuntaria y le entorpecen la posibilidad de “despegarse” de él. Este componente adictivo es determinante a la hora de comprender las manifestaciones conductuales de desorganización que aparecen en los chicos ante la discontinuidad del estímulo. Pero para los padres también se ha convertido en un objeto que consideran beneficioso, ya que se lo ofrecen normalmente cuando el niño llora y, dado que éste se calma, consideran que su hijo está mejor. De este modo, es utilizado cada vez en más situaciones, para comer, para dormir, para esperar. Los chicos dejan de interesarse por otros juguetes, independientemente de su cantidad o calidad, aun cuando no exista en su entorno ninguna problemática familiar o social particular, que justifique su cambio de conducta.
Pero quizás una de las consecuencias más graves sean los retardos del lenguaje. Se observan cada vez más chicos de 4 años que no dicen una palabra o bebés que no balbucean. O chicos que hablan pero cuyo discurso es básicamente ecolálico, o no utilizan las palabras en forma adecuada o les atribuyen significados bizarros. En efecto, cuando un chico escucha hablar a la pantalla, uno puede pensar que aprende mirando un dibujo animado, así como en los juegos de la tableta, pero no es así en absoluto; un chico chiquito no puede aprender si es una máquina la que le habla. Es necesario que eso suceda EN la interacción humana, EN la intención de comunicar, cuando el adulto demuestra interés por él y, sobre todo, cuando le habla significativamente, en relación con sus vivencias personales.
Un dato bastante significativo, y que es mencionado en muchas investigaciones, es el que habla de un “Autismo virtual”. En efecto, aparecen en estos chicos alteraciones conductuales similares a las del Trastorno autista, pero que se diferencian de él en el hecho de que, al alejar al niño de las pantallas, el problema se revierte. Señala, no obstante, la Dra. Ducanda que la privación de este objeto no es sencilla ya que, por su carácter adictivo, provoca en los chicos una verdadera crisis de abstinencia. Es por ello que los padres deben estar bien asesorados y tener en claro que “las crisis de llanto pueden ser muy intensas y llegar a durar hasta quince días”. En este sentido, deben mantenerse firmes y, sobre todo, disponer de propuestas alternativas que apunten a enriquecer la interacción con sus hijos.
5 de dic 2017
Traducción y comentario Lic. Rut Mijelshon