Crónica de un nacimiento respetado
Regresé del primer encuentro de crianza con el corazón lleno por la satisfacción de haberme cruzado con muchos papás y mamás que piensan como nosotros: que el amor incondicional y el respeto hacia un hijo es lo más hermoso que uno puede sentir, y que gestar, parir y mater/paternar es la tarea más trascendental del ser humano. Nada más importante, nada más urgente, nada más lindo que pasarte todo el día con tu bebé en brazos, amándolo, mirándolo, dándole calor y confianza para enfrentar la hostilidad del mundo.
Casi por casualidad me crucé con mi doula Melina Bronfman. Un día, a las pocas semanas de estar embarazada fui a darle la noticia a mi prima. Su novio, Fran, tomó un papel y anotó, diciéndome:"no sé bien qué hace mi mamá, pero sé que las embarazadas tienen que llamarla". Y yo volví a mi casa pensando en que una loca me iba a volver loca, que yo era tranquila y que iba a estar todo bien, que mi mamá y mi suegra podrían ayudarme y que no tenía ganas de cruzarme con ninguna fundamentalista que me quisiera convencer de nada. Fran me había dado, sin saberlo siquiera él, el mejor regalo que recibí en todo el embarazo. Y por ello le estaré eternamente agradecida.
A pesar de mis dudas, la googleé... y la idea de la secta se fue disipando. Así llegamos al mater-pater... y me convertí en una seguidora incondicional de sus consejos. Porque Melina ama a los niños por sobre todas las cosas, porque tiene una energía tan potente que me ayudó a atravesar los momentos de duda durante el embarazo y el parto. Y porque el respeto por la maternidad es su camino... y el mío.
El primero en plantear el parto en casa fue Gustavo, mi marido. A mí todavía me daba un poco de miedo, y no quería ni pensar en blanquearlo frente a amigos y familiares... Habíamos hablado de un parto humanizado, pero en institución... a pesar del oxímoron, parece posible, en algunas instituciones y con algunos, lamento decirlo, pocos, profesionales. Pero al avanzar el embarazo,cada vez me daba más miedo meterme en una clínica, y menos, quedarme en casa... con el acompañamiento correcto, claro está. Así que hablamos con nuestra partera (Susana Rodríguez, ferviente defensora de los partos humanizados y amante de los domiciliarios), y por supuesto con nuestra doula Melina. Y avanzamos...y los análisis nos daban la razón, y yo seguía preparándome con clases de yoga, eutonía, natación y terapia... y un día: llegó el día.
Esa mañana fui a eutonía. Me había levantado bastante cansada, pero decidí no perderme la clase porque sabía que me haría sentir mejor. Hicimos TODA la clase. Volvimos caminando. Pasé por el barrio chino e hice unas compras pensando en la cena. Y después de almorzar bajé a tomar sol.Pero estaba cansada. Así que decidí dormir una siesta antes de volver a salir (pretendía asistir a un curso de radiestesia a las 18 hs)... Me desperté a las 17 y seguía cansada, por lo que decidí no ir al curso. Pero a las 18, recibí un mensaje de Meli diciéndome que el parapsicólogo que daba el curso podía saber, previa observación de mi aura, si se acercaba la fecha (ella tenía planeado un viaje relámpago a Córdoba para el día siguiente, pero estaba en dudas porque yo estaba cerca de la fecha). Decidí ir una vez finalizado el curso, para que Igor (el entendido) me dijera cuándo iba a parir.
Esa tarde, sin saberlo, a una trivial pregunta de Facebook de "¿qué vas a hacer esta noche?" yo había respondido: "si tengo suerte, pariré. si no, seguiré esperando a que se cocine el pancito".
Y 5 minutos más tarde volví a escribirle a Meli... que creía haber roto bolsa. Creía, porque había sido una fisura, así que no viví la escena clásica en la que una cree haberse hecho pis.
Gustavo, mientras tanto, decidió no dar su clase de los viernes a la noche, porque tuvo un presentimiento. Y apareció en casa, a los 10 minutos de este episodio.
Así empezó el show.
A las 20 hs llegó Susy, me tactó y vio que el cuello había desaparecido y que tenía 1 cm de dilatación. Me recomendó hacer mi vida normal, darme un baño, relajarme, diciendo que el tdp no arrancaría en menos de 6/8 hs, que no nos pusiésemos ansiosos. Y se fue, prometiendo volver a las 7 de la mañana siguiente.
Apenas hubo cruzado la puerta, empecé a tener contracciones fuertes (o al menos yo creía que eran fuertes en ese momento)... y la llamé a Meli. Llegó en un rato, prometiendo (y cumpliendo) aliviarme con masajes en las crestas. Desde que llegó, el tdp se disparó. La casa se transformó en una cueva oscura (a partir de mis gritos de "apagá las luces, gus!!!"), y poco a poco, yo iba entrando en trance.
Las contracciones que siguieron fueron mucho más fuertes, recuerdo haber dicho que no iba a aguantar 12 hs de esos dolores... (me habían dicho que los partos de primerizas suelen ser muy largos, que estuviera preparada y que optimizara mis energías para los momentos finales). Y Meli me calmó con unas palabras: no creo que dure 12 hs, viene dinámico. Feliz.
A partir de este momento, perdí la noción del tiempo, todo me pareció rapidísimo. Y en verdad lo fue, pero menos de lo que yo percibí. Entre el inodoro y la bañera pasaron las segundas (para mí las peores) contracciones. Un poco de susto que fue aplacado por la doula y Gus, y por suerte, casi en seguida, las ganas de pujar.
Meli se fue para llamar a Susy, y me di cuenta de lo importante que era tenerla cerca. El sólo hecho de saberme acompañada hacía que todo doliera menos. El trance era total, después del parto escuché la grabación de mis gritos, y realmente son animales. Es increíble ese estado, se logra perfectamente si a una la dejan ser y hacer lo que el cuerpo pide. La naturaleza nos preparó para esto, mujeres. Sepámoslo.
Uno de los momentos que más me emocionan al recordar el parto fue una respuesta de Meli ante mi asustadizo: "ahí viene otra". "¿Te gusta el mar?", me dijo. "Me encanta". "Bueno, no pienses que son contracciones. Pensá que son olas que te están trayendo a tu hija. No las esquives, dejalas que te atraviesen"... y el dolor tuvo sentido. Y ya no dolió tanto. De verdad, no es la amnesia post-parto. Es saber que el parto es una suerte de rito de pasaje que tiene ciertos obstáculos, pero no deberíamos pensar en el dolor, sino en el cambio, en la energía, en el sentido de ese dolor.
Aparentemente Susy dijo que faltaba, que no vendría aún. Pero todo siguió su curso tan rápido que Meli quiso llamarla nuevamente. Y esta vez no la dejé ir. Como tuvo que hablar a mi lado, escuché que "esto viene con bastante dinámica, ya tiene ganas de pujar, yo tengo un par de guantes estériles, etc, etc"... por lo que me di cuenta de que faltaba muy poco. Y quise seguir.
Llegó Susy (después me dijeron que fue como a las 23 hs)... sólo recuerdo pedir mucha agua muy fría entre contracción y contracción. Y allí estuvo Gus, sosteniendo la botella casi todo el parto. Quiso tactarme, para lo cual tuvieron que sostenerme entre Gus y Meli (yo ya no podía moverme, sólo me encontraba cómoda sentada en el inodoro). Escuché, entonces, otra buena noticia ("tenés 6 cm."). Susy sugirió que me pasara a la bañera para aliviar un poco los dolores y de paso, flexionar una pierna ayudando a SOfi a acomodarse (aparentemente la cabeza presionaba hacia atrás, habiendo causado mis prematuras ganas de pujar)... otra vez tuvieron que ayudarme a moverme (recuerdo haber pensado que si alguien decidía que era mejor ir a la clínica, habría sido muy difícil convencerme para subir al auto, menos mal que no fue necesario). Apenas unos minutos después de haberme pasado al agua, 9 cm!!! Nueve! y... querés que le avisemos al obstetra? Si no es necesario, preferiría que no (igual no habría llegado). En muy poco tiempo sentí un ardor muy fuerte en el periné y quise descansar de pujar (descansar, jaja!) "NOOO!", gritaron los 3 a coro, "seguí que ya está la cabeza, viene Sofi, está saliendo, pujáaaaa".
Y llegó.
Sofía llegó tranquila, nació en el agua, tenía los ojos abiertos... la pusieron en mi pecho. Y allí estuvo, desde las 0:39 del 6 de noviembre hasta la mañana siguiente. Por momentos, durmió en el pecho de Gus, por momentos en el mío. Había tomado la teta durante 40 minutos al nacer, expulsó el meconio, no fue intervenida, sólo lloró cuando el neonatólogo la tomó para pesarla y se dedicó a abrazarnos toda la noche. Fue la mejor noche de mi vida. A pesar del cansancio, la emoción no me dejó dormir, sólo podía mirar a mi cachorrita y sonreir. Mis gatos (Ramón y Elsa), perplejos y cansados, durmieron todo el día siguiente. Poco a poco, con el correr de los días, fueron acercándose a Sofi, siempre muy respetuosos. Los animales saben quién es la cría en la manada.
Me recuperé muy rápidamente del parto. Después de todo, sólo tuve 4 puntos de un desgarro en la piel (no hubo peridural ni episiotomía). Emocionalmente, fue la experiencia más emponderante que viví, deseo que todas las mujeres puedan vivir su parto como yo viví el mío. El respeto con el que fui tratada, la compañía y el apoyo incondicional de Gustavo, Melina y Susana fueron lo mejor que pude haber recibido. Estaré eternamente agradecida a los tres por haberme dejado parir tranquila, sabiendo que contaba con ellos a cada instante. Y con Sofi, que trabajó tan duro como su mamá esa noche. Gracias, hija, cachorrita, gracias por haber confiado en mí.
Sofi está cerca de cumplir su primer mes. Decidí escribir este relato porque haber leído otros relatos de otras mamás me ayudó a decidirme a parir en casa. Y creo que es lo único que puedo hacer para ayudar desde mi experiencia. Ojalá más mujeres se animen a vivir sus partos con total libertad e intensidad. Ojalá haya más doulas (considero que toda mujer debe recibir este apoyo, y que no siempre el acompañamiento de una madre o una suegra es el ideal en ese proceso. Y eso no está mal, está bueno que ellas sean abuelas, pero sepamos que las abuelas a veces tienen miedos y muchas veces no cuentan con la preparación o información con las que cuenta una doula). Ojalá existan más obstetras y parteras que quieran ver partos, no operaciones programadas. Ojalá los próximos bebés sean recibidos con el respeto con el que fue recibida mi Sofi. Ojalá esto sirva, así sea para ayudar a una mamá a vencer sus miedos y apropiarse de su parto. Una es suficiente para que yo sienta que he ayudado en algo.
El camino que se abrió aquel día en el que Fran me dio el teléfono de su mamá no terminó (por suerte) con el parto. La premisa, como mencioné antes, es el amor incondicional y el respeto por los bebés. Y la lucha sigue, porque siempre existen detractores (de la teta, de los brazos, del colecho). A ellos, cara de nada. A nosotros, sigamos así. Si tener hijos no te cambia, entonces te hubieses comprado un electrodoméstico o te hubieses ido una semana a un crucero, total, para mostrarle las fotos a tus amigos es lo mismo un bebé que una playa del Caribe. Si estás en este camino, felicitaciones! Sos de los pocos que mira a su bebé antes que a sí mismo. Y ellos se dan cuenta. Para mí, ahí radica la diferencia entre cualquier humano y un bebé feliz. Y mi idea es que Sofi sea feliz.
Gracias por tomarte el tiempo de leer mi crónica. Si terminaste, por ahí podés cambiar algo.
Julia
sábado, 4 de diciembre de 2010
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