Hola Melina: Hace un tiempo que tenía ganas de mandarte un mail pero aunque solamente es pensar y sentarse, lleva un tiempo, y entre otras cosas es lo que me falta.
El "Master" que hicimos con vos y el grupo, resultó realmente interesante.
Es volver un poco al mundo en el que nacimos nosotros y seguramente nuestros padres.
Mientras me tomo un trago de Oxitocina con hielo y limón, recuerdo esos partos que nos mostrabas en video como le muestran en las concentraciones a los jugadores las jugadas del equipo rival. Por algunos días mi rival fué el obstetra, desde que le planteamos "No a la Oxitocina", "No a la Pedidural", No Pasarán...!!!!
Cada nueva consulta estábamos en estado de rebeldía. Pero sirvío. Y mucho.
Estar informado fué el inicio para saber lo que queríamos y lo que no queríamos.
Éste es el primer punto valioso de tu enseñanza, el ponernos en conocimiento.
El jueves 10 a eso de las 8 de la noche, mientras se me rompía en la calle la camioneta Paola rompía bolsa y me avisaba. Después, apenas llegué, el primer llamado fué a vos. Es extraño: es la primera vez que ante una consulta médica llamamos a un Bronfman, pero no al respetado y querido Zalman.
Después de tu consejo esperamos un poco y luego fuimos al CEMIC.
Llegó con 1 de dilatación, y la Dra. que nos atendió del equipo de nuestro obstetra,
le pregunta a Paola después de revisarla:
Dra.: Querés tener un parto?
Sí.- fué la respuesta.
Ahí sentí que habíamos ganado la mitad de la batalla. y sentí tranquilidad y recordé que fuí el peor alumno del grupo, pero que lo iba a disimular lo mejor posible.
Dra.: ...bien... Y cómo se va a llamar?
Estamos viendo entre Tomás e Ignacio..., dijimos.
Dra.: Tomás!!!!! Me encanta...
Listo. Nuestro hermoso crío tenía nombre.
De ahí a la habitación y a la hora y media a la sala de partos. Era la 1 de la mañana.
Las clases, los masajes, las caricias, me sentía un experto, seguramente no lo era,
pero el momento me llevaba y actuaba. Paola transpiraba, gritaba, gemía y me pedía
que le sostuviera las rodillas ya que se le juntaban le temblaban y era lo que más le molestaba.
No había, todavía oxitocina. Ni tampoco nervios. Mi sed llamaba a la Gatorade que había dejado en la habitación.
Con 8 de dilatación Paola pide a los gritos la pedidural y yo, también a los gritos, una pizza...
Todos trabajando, concentrados y relajados.
Con Paola nos preguntábamos Cómo será la cara?
Hasta las 5 y cuarto que llega el obstetra cambiado y bañado.
A las 6 AM del viernes 11 de Diciembre, por parto natural aunque con leve pedidural,
nace Tomás.
Llorando nos mira y su cara expresa sorpresa:
Uhhhh... Ustedes eran? probablemente haya pensado.
Apenas lo ví y después de contarle los dedos, como en aquel comercial,
hicimos un trato:
Nosotros le cambiamos los pañales y el nos cambia la vida.
un beso,
Fabián Elorza
Felicidades para vos y el grupo.
lunes, 15 de febrero de 2010
viernes, 12 de febrero de 2010
testimonio de un padre que recibió a su hijo en un parto en casa
Renato (papa de Iñaki, Nacido en casa)
Llevamos hora y media de contracciones ininterrumpidas, cada 5 o 6 minutos. Denise tiene los ojos vidriosos, como amielados. Dice que nota al bebé tranquilo; que apenas se mueve, sereno; como si supiera qué hacer. A la hora y media, las contracciones parecen ser mas intensas. Denise va a hacer pis. Siento que todo, lentamente, se acerca. Bebi siente que estaría dilatando ya. 3° hora: las contracciones se intensifican en cantidad y dolor. No hay sangre todavía. Denise se sienta sobre la pelota en cuclillas. Llega Melina, de gran ayuda, y cuando las contracciones se hacen más intensas aún -pero no todo lo que después vimos- Alejandra, la partera, pide por teléfono que preparemos el baño a donde Denise pasa la sexta y séptima hora. Es un momento muy intenso para mí, ya que Denise se apoya sobre mi cuerpo -me moja varias remeras- cada vez que llegan las contracciones. Melina me acompaña sujetándole las ancas. Es muy intenso porque debo anotar las contracciones y volver. Denise está tranquila; respira y de repente la llegada de otra contracción de modo que se yergue, se acomoda sobre mi cuerpo y aguanta el chubasco. Una y otra vez. Llega Alejandra, hace un tacto a Denise y le provoca otra contracción. Alejandra sugiere que Denise salga del agua y así se hace.Controla el ritmo del bebé y en la cama hace otro tacto que miro de reojo por el visillo de la puerta de la habitación a la que ha vuelto Denise. La dilatación es 6. Se está bien, pero falta. Me alegra que haya llegado la partera. En estas circunstancias uno siempre teme lo peor. Entonces Denise va de nuevo al baño a hacer pis o caca, como otras veces.Ahí las contracciones empiezan a ser pujos y los gritos más intensos y profundos, como aullidos de lobo. Denise cabalga sobre Melina, que saca chapa de grande. Yo, que me había dormitado un ratito quedo a un costado, observando el desenlace. De repente Alejandra llama al médico y me pide que me quede detrás de Denise y le pide a ésta que se ponga de cuclillas, abandonando el inodoro. Así se hace y Melina encuentra -por fortuna- el mando del aire acondicionado que debíamos apagar pues el cuarto había bajado mucho la temperatura, que no era ideal para el bebé. Llegar Carlos, en silencio y observa. Alejandra manda. Denise puja y el bebe asoma la cabeza, pero no, vuelve atrás.Alejandra pide otro pujo y otro y otro. Quizás 7 u 8, intensos, distintos, dolorosos, con ese grito tierno pero penetrante que cala a fondo de los demás. Yo me estremezco y sollozo. Hubiera querido llorarme todo pero no fue. De repente, al cabo de otro gran grito de cuclillas en el baño, aparecía la cabeza y detrás, como bolsa de papa, todo el cuerpo, como una bola morada. Alejandra se lo pone a Denise en el pecho, que lo recibe radiante. Y así unos segundos, quizás minutos. Luego Carlos limpia fugazmente el cuerpo; anuda el cordón y me da la tijera para cortarlo. El bebé se da vuelta e incomoda la operación que luego hago, tembloroso, en dos tiempos. De inmediato advierto que es hombre, morado, pero lentamente pierde esa coloratura. De seguido, la caída de la placenta y la entrega del bebé a mí, para que Denise se incorpore, acicale un tanto y vaya con el bebé -tranquilo, sin llanto alguno- a la cama. Ahí, en brazos, silencio cómplice, elegante y experimentado de los demás (Carlos, Alejandra y Melina) contemplo temeroso a mi Iñaki.
Llevamos hora y media de contracciones ininterrumpidas, cada 5 o 6 minutos. Denise tiene los ojos vidriosos, como amielados. Dice que nota al bebé tranquilo; que apenas se mueve, sereno; como si supiera qué hacer. A la hora y media, las contracciones parecen ser mas intensas. Denise va a hacer pis. Siento que todo, lentamente, se acerca. Bebi siente que estaría dilatando ya. 3° hora: las contracciones se intensifican en cantidad y dolor. No hay sangre todavía. Denise se sienta sobre la pelota en cuclillas. Llega Melina, de gran ayuda, y cuando las contracciones se hacen más intensas aún -pero no todo lo que después vimos- Alejandra, la partera, pide por teléfono que preparemos el baño a donde Denise pasa la sexta y séptima hora. Es un momento muy intenso para mí, ya que Denise se apoya sobre mi cuerpo -me moja varias remeras- cada vez que llegan las contracciones. Melina me acompaña sujetándole las ancas. Es muy intenso porque debo anotar las contracciones y volver. Denise está tranquila; respira y de repente la llegada de otra contracción de modo que se yergue, se acomoda sobre mi cuerpo y aguanta el chubasco. Una y otra vez. Llega Alejandra, hace un tacto a Denise y le provoca otra contracción. Alejandra sugiere que Denise salga del agua y así se hace.Controla el ritmo del bebé y en la cama hace otro tacto que miro de reojo por el visillo de la puerta de la habitación a la que ha vuelto Denise. La dilatación es 6. Se está bien, pero falta. Me alegra que haya llegado la partera. En estas circunstancias uno siempre teme lo peor. Entonces Denise va de nuevo al baño a hacer pis o caca, como otras veces.Ahí las contracciones empiezan a ser pujos y los gritos más intensos y profundos, como aullidos de lobo. Denise cabalga sobre Melina, que saca chapa de grande. Yo, que me había dormitado un ratito quedo a un costado, observando el desenlace. De repente Alejandra llama al médico y me pide que me quede detrás de Denise y le pide a ésta que se ponga de cuclillas, abandonando el inodoro. Así se hace y Melina encuentra -por fortuna- el mando del aire acondicionado que debíamos apagar pues el cuarto había bajado mucho la temperatura, que no era ideal para el bebé. Llegar Carlos, en silencio y observa. Alejandra manda. Denise puja y el bebe asoma la cabeza, pero no, vuelve atrás.Alejandra pide otro pujo y otro y otro. Quizás 7 u 8, intensos, distintos, dolorosos, con ese grito tierno pero penetrante que cala a fondo de los demás. Yo me estremezco y sollozo. Hubiera querido llorarme todo pero no fue. De repente, al cabo de otro gran grito de cuclillas en el baño, aparecía la cabeza y detrás, como bolsa de papa, todo el cuerpo, como una bola morada. Alejandra se lo pone a Denise en el pecho, que lo recibe radiante. Y así unos segundos, quizás minutos. Luego Carlos limpia fugazmente el cuerpo; anuda el cordón y me da la tijera para cortarlo. El bebé se da vuelta e incomoda la operación que luego hago, tembloroso, en dos tiempos. De inmediato advierto que es hombre, morado, pero lentamente pierde esa coloratura. De seguido, la caída de la placenta y la entrega del bebé a mí, para que Denise se incorpore, acicale un tanto y vaya con el bebé -tranquilo, sin llanto alguno- a la cama. Ahí, en brazos, silencio cómplice, elegante y experimentado de los demás (Carlos, Alejandra y Melina) contemplo temeroso a mi Iñaki.
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