DATOS
ANTROPOLÓGICOS
Katherine Dettwyler en su libro, Amamantamiento, Perspectivas Bioculturales, relata que la práctica de amamantar hasta los seis años para los humanos comenzó a ser modificada, primero por el uso de fuego para cocinar (hace medio a un millón de años) y luego y más significativamente por el procesamiento de granos, moliendo o machacando, ambos proveyendo alternativas a vegetales no cocinados y carne animal cruda. En Babilonia (3000 A.C.) se amamantaba durante 2 a 3 años. Los Hebreos (Torah) mencionan un destete a los 3 años. En Egipto el destete se recomendaba a los 3 años. Los romanos creían que el destete completo no debía darse antes de los tres años de vida (Galen) o cuando tuvieran completa la dentición (Soranus). En la Europa Medieval, el destete completo ocurría usualmente entre el año y los tres años de vida. En su libro, Mothering your Nursing Toddler, Norma Jane Bumgarner nos comenta: “En India, influenciados por la creencia que cuánto más amamante un niño más años de vida tendrá, las madres amamantaban a sus niños lo más que pudiesen, a veces 7 o 9 años”. Los textos médicos en el período de Ayurvedic (1500 a 800 A.C.) recomiendan sólo leche del pecho para primer año, leches del pecho y sólidos durante segundo año, y el destete gradual después de eso. Estudios etnográficos de sociedades pre-industriales muestran que el promedio de duración de la lactancia varía entre los tres y cinco años de edad de una cultura a otra y entre cada niño dentro de una misma cultura. En el mundo musulmán, especialmente en África y el Sudán, el destete se rige por las enseñanzas del Corán, que recomienda hacerlo hasta los 2 años. En 1951, en Mongolia, los niños eran amamantados durante 2 o 3 años, y tampoco era raro que un niño de seis o siete años quisiera ser amamantado para sentirse más seguro. En Tsinghai, China, en 1956 las madres aún amamantaban durante varios años, 5 años no era inusual, o hasta que naciese otro niño. En su libro, The Politics of Breastfeeding, Gabrielle Palmer menciona que “en el Este de Lincolnshire las mujeres amamantaban a sus hijos hasta los siete u ocho años de edad en 1820”. Actualmente, en culturas no occidentales las madres amamantan a sus niños hasta los 3 o 4 años. Las últimas pocas décadas de este siglo veinte son probablemente el único momento en la historia de la humanidad que los niños han sido completamente destetados en los primeros tres a seis meses de vida. Según la antropóloga Katherine Dettwyler los seres humanos alcanzan autonomía inmunológica a los 6 años lo que sugiere que a través de nuestro más reciente pasado evolutivo los agentes inmunes contenidos en la leche materna estaban normalmente disponibles para el niño hasta aproximadamente esta edad. ASPECTOS QUE CONTRIBUYERON A LA CREENCIA DEL EFECTO PERJUDICIAL DE LA LACTANCIA PROLONGADA Y MOTIVARON UN DESTETE PRECOZ Desconocimiento sobre los beneficios de la lactancia materna y los riesgos de la lactancia artificial. Mensajes erróneos de que los sustitutos de la leche materna son tan buenos o mejores que ella. Rutinas hospitalarias que dificultan la práctica de la lactancia. Falta de apoyo social y de asesoramiento adecuado. Necesidad cada vez mayor de la incorporación de la mujer al mercado laboral. Una imagen idealizada de la figura de la mujer. Los senos que son vistos como un objeto de estímulo sexual. Estos fueron algunos de los motivos que contribuyeron a que cada vez fuera más extraña la imagen de una madre amamantando a su hijo durante largo tiempo, lo que nos permite interpretar la desvalorización y la norma cultural negativa hacia la lactancia en un niño mayor. Ruth Lawrence nos dice: “Si uno fuera a determinar el momento apropiado para destetar estaría basándose en las necesidades nutricionales y los objetivos del desarrollo. Las observaciones acerca de otros mamíferos sugieren que al alcanzar un grado de madurez que permita al pequeño animal buscarse su propio alimento es el detonante para que la madre inicie el destete". Mientras que en muchas culturas las madres que aún están amamantando a sus hijos de dos, tres, cuatro años o más son consideradas una excepción, posiblemente ellas sean más numerosas lo que la mayoría de la gente cree porque gran parte de ellas permanecen invisibles a propósito. En la actualidad el destete precoz y las fallas a la hora de amamantar son consecuencia de la presión social y la falta de conocimiento y apoyo. RECOMENDACIONES DE ORGANISMOS INTERNACIONALES La Organización Mundial de la Salud, UNICEF y la Sociedad Argentina de Pediatría recomiendan amamantar al menos dos años. A pesar de ello solemos escuchar comentarios que reflejan el desconocimiento de las recomendaciones arriba mencionadas así como también una actitud generalizada por parte de la sociedad de no aceptación de la lactancia materna como la forma natural de alimentación de los niños por lo menos hasta el segundo año de vida. Muchas mujeres ocultan que amamantan a niños mayores justamente para evitar la desaprobación de los profesionales de la salud y de los miembros de su familia. |
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viernes, 9 de diciembre de 2011
Lactancia a lo largo de la humanidad
miércoles, 25 de mayo de 2011
¡Por qué doy de mamar?
miércoles 18 de mayo de 2011My Favourite Things: ¿Por qué doy de mamar?
Yo no doy de mamar porque lo recomiende la OMS, ni porque sea lo mejor para mí, ni para prevenir la osteoporosis, ni en su momento porque quisiera evitar la depresión post-parto, ni para que mi bebé esté más san@ que otr@s o prevenga ciertas enfermedades en el futuro.
Yo no doy de mamar para oponerme a las hermanas que dan biberón, ni para ganarle ninguna batalla a la leche de fórmula, ni porque sea una moda o no esté de moda y me guste ir a la contra.
Yo doy de mamar porque desde que te concebí Zambra estoy enamorada de ti, porque 16 meses después de tú nacimiento sigo sin encontrar otra manera más hermosa de decirte que te quiero, que estoy aquí para ti cada vez que me necesites.
Yo doy de mamar porque me da la gana, porque me sale de la teta, porque me parece una simbiosis increíble la que hemos logrado, porque jamás me sentí más productiva, ni más nutritiva, ni más receptiva, ni más recíproca, ni más tuya, ni más mía.
Yo doy de mamar porque me hace feliz, porque te hace feliz, porque me permite bailar contigo en la quietud del atardecer, en la penumbra de la primera hora del día, bajo la rabiosa energía de la luz del sol o en el cobijo de la Sombra (la real y la propia).
Yo doy de mamar porque la naturaleza está ahí, porque no necesito controlar nada, porque me permite reencontrarme con generaciones de mujeres dentro y fuera de mi familia, porque estoy re-naciendo y es tan hermoso.
Yo doy de mamar porque es algo vital, mágico, irrepetible, porque no ha sido un camino fácil pero ha valido la pena, porque hemos aprendido mucho juntas: yo de ti y tú de mí.
Yo doy de mamar porque soy tenaz, testaruda, cabezota, perseverante, capaz, porque soy lúbrica e intuitiva, porque con mi leche te trasmito la energía femenina que va de madres a hijas de generación en generación: el río de la vida.
Yo doy de mamar porque existen las jeringas y los sacaleches y los cirujanos expertos en frenillos submucosos y los antibióticos y los probióticos y las IBCLCs y la fuerza del grupo… y una voz amiga detrás de un teléfono, gràcies maca.
Yo doy de mamar porque hay un hombre que completa el triángulo, un gran padre que no tiene celos, un compañero de vida que apoyó mi decisión cuando fue cuestionada, que ha comprendido, que ha otorgado, que ha sido mi hombro en los momentos bajos, mi Dj, mi “amo de casa”, mi cocinero, mi enamorado, nuestro proveedor de Futuro.
Yo doy de mamar porque existe el Jazz, el Blues, porque mis senos han fluido durante horas escuchando la aguja arañar el vinilo, porque Ladies Sings the Blues, porque amo la noche y dormirte cada día al pecho es un gustazo y no una rutina.
Yo doy de mamar porque mis tetas son hermosas, increíbles, invencibles, porque no tienen vergüenza alguna de amamantarte libremente cuando lo necesites, estén donde estén.
Yo doy de mamar porque cada vez que me buscas en el lecho me siento tan loba, tan fuerte, tan mujer, tan madre, tan libre, tan yo…
Gracias por existir hija mía, por lucharte el inicio de esta lactancia junto a mí, por disfrutarla, por seguir haciendo posible tanta felicidad, te amo, estoy aquí, estás aquí... ahí fuera, el mundo a nuestro alrededor, gira, gira.
publicado en http://enminusculas-lilith.blogspot.com/2011/05/my-favourite-things-por-que-doy-de.html
Yo no doy de mamar porque lo recomiende la OMS, ni porque sea lo mejor para mí, ni para prevenir la osteoporosis, ni en su momento porque quisiera evitar la depresión post-parto, ni para que mi bebé esté más san@ que otr@s o prevenga ciertas enfermedades en el futuro.
Yo no doy de mamar para oponerme a las hermanas que dan biberón, ni para ganarle ninguna batalla a la leche de fórmula, ni porque sea una moda o no esté de moda y me guste ir a la contra.
Yo doy de mamar porque desde que te concebí Zambra estoy enamorada de ti, porque 16 meses después de tú nacimiento sigo sin encontrar otra manera más hermosa de decirte que te quiero, que estoy aquí para ti cada vez que me necesites.
Yo doy de mamar porque me da la gana, porque me sale de la teta, porque me parece una simbiosis increíble la que hemos logrado, porque jamás me sentí más productiva, ni más nutritiva, ni más receptiva, ni más recíproca, ni más tuya, ni más mía.
Yo doy de mamar porque me hace feliz, porque te hace feliz, porque me permite bailar contigo en la quietud del atardecer, en la penumbra de la primera hora del día, bajo la rabiosa energía de la luz del sol o en el cobijo de la Sombra (la real y la propia).
Yo doy de mamar porque la naturaleza está ahí, porque no necesito controlar nada, porque me permite reencontrarme con generaciones de mujeres dentro y fuera de mi familia, porque estoy re-naciendo y es tan hermoso.
Yo doy de mamar porque es algo vital, mágico, irrepetible, porque no ha sido un camino fácil pero ha valido la pena, porque hemos aprendido mucho juntas: yo de ti y tú de mí.
Yo doy de mamar porque soy tenaz, testaruda, cabezota, perseverante, capaz, porque soy lúbrica e intuitiva, porque con mi leche te trasmito la energía femenina que va de madres a hijas de generación en generación: el río de la vida.
Yo doy de mamar porque existen las jeringas y los sacaleches y los cirujanos expertos en frenillos submucosos y los antibióticos y los probióticos y las IBCLCs y la fuerza del grupo… y una voz amiga detrás de un teléfono, gràcies maca.
Yo doy de mamar porque hay un hombre que completa el triángulo, un gran padre que no tiene celos, un compañero de vida que apoyó mi decisión cuando fue cuestionada, que ha comprendido, que ha otorgado, que ha sido mi hombro en los momentos bajos, mi Dj, mi “amo de casa”, mi cocinero, mi enamorado, nuestro proveedor de Futuro.
Yo doy de mamar porque existe el Jazz, el Blues, porque mis senos han fluido durante horas escuchando la aguja arañar el vinilo, porque Ladies Sings the Blues, porque amo la noche y dormirte cada día al pecho es un gustazo y no una rutina.
Yo doy de mamar porque mis tetas son hermosas, increíbles, invencibles, porque no tienen vergüenza alguna de amamantarte libremente cuando lo necesites, estén donde estén.
Yo doy de mamar porque cada vez que me buscas en el lecho me siento tan loba, tan fuerte, tan mujer, tan madre, tan libre, tan yo…
Gracias por existir hija mía, por lucharte el inicio de esta lactancia junto a mí, por disfrutarla, por seguir haciendo posible tanta felicidad, te amo, estoy aquí, estás aquí... ahí fuera, el mundo a nuestro alrededor, gira, gira.
publicado en http://enminusculas-lilith.blogspot.com/2011/05/my-favourite-things-por-que-doy-de.html
viernes, 29 de octubre de 2010
Historia del amamantamiento
Si pretendemos comprender la lactancia materna desde el punto estrictamente biológico parece incuestionable, en tanto somos mamíferos, la leche materna es el mejor alimento para las crías humanas, y durante millones de años además fue el único. ¿Es que la cultura humana está perturbando la naturaleza?. Si midiéramos a los humanos solo con la vara de la biología como si fuéramos un mamífero más, aún así más deberíamos señalar algunas adaptaciones biológicas sumamente interesantes que sin duda contribuyeron a que hoy día seamos como somos.
Las huellas más antiguas conocidas de homínidos bípedos (3.7 millones de años), aproximadamente contemporáneas de las modificaciones de la mama humana, la sexualidad continua y posteriormente la pereja.
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ESPECIE
En nuestra especie, en los primeros millones de años posteriores a la divergencia, se seleccionaron rasgos adaptativos muy interesantes relacionados con la lactancia: los senos globulares de las hembras humanas por ejemplo pueden ser considerados una maravilla adaptativa, o un cruel engaño (o un engaño maravilloso, como prefiera el lector).
Repasemos algunas de las más importantes características que nos metieron en el corredor evolutivo que terminaría dándole forma al homo sapiens-sapiens (que somos):
a) la bipedestación que liberó las manos de la locomoción permitiendo la acentuación del desarrollo viso-motor y la prensión fina, también acható las caderas en sentido antero-posterior complicando el pasaje del feto en el canal de parto.
b) el omnivorismo que nos condenó a la variedad y donde la ingesta de proteínas y grasas animales disparó el proceso de encefalización, con el coeficiente mas alto de los mamíferos superiores y con el correlato del aumento del volumen de la cabeza en las crías que, combinado con las modificaciones de la cadera, condicionaron nacimientos problemáticos y crías inmaduras (respecto al mundo animal) con una importante exterogestación para nutrir de estímulos ese órgano complejo y metabólicamente caro que es el cerebro humano.
c) la sexualidad continua separó sexualidad de reproducción, posibilitando al mismo tiempo el incremento de la fecundidad y modificaciones conductuales de y entre los géneros, que además vendrían a moderar los efectos de las problemáticas anteriores generadas por a) y b). Aquí se inscriben las modificaciones de la mama humana.
EL IMPACTO DE LA SEXUALIDAD CONTINUA
Aquellas hembras que presentaran en sus senos una película de grasa que luciera como la hinchazón de las mamas en el proceso hormonal correspondiente a la ovulación, atraerían más a los machos, aumentando la frecuencia de encuentros y posibilitando la transmisión de esas características a sus hijas. En grupos tan pequeños como los de los homínidos africanos de hace 5 millones de años una ventaja reproductiva (aún con una envergadura del 0,2%) se transmitiría rápidamente y en 15 generaciones ya tendríamos a todas las hembras con atractivos y mentirosos senos redondeados.
Pero además, la sexualidad continua cimentó las relaciones entre hembras y machos (que no tienen que luchar entre si) para la protección de las inmaduras crías de cerebros gigantescos y delicados, que demandaban proteínas y grasas animales solo posibles de obtener mediante la cooperación, la comunicación y la fabricación de herramientas.
Estas adaptaciones biológicas nos podrían hacer creer que el amamantamiento estaba instalado de por si y para siempre en la especie humana. Y sin duda fue así el 99% de la vida de nuestra especie en el planeta. Pero si redujésemos la humanidad (o la lactancia) a sus aspectos biológicos no comprenderíamos la humanidad (ni la lactancia).
En tanto no conocemos la realidad sino por los símbolos que creamos para comprenderla, la cultura humana, causa y efecto de nuestra humanidad, complejiza el análisis.
Porque con la revolución neolítica y la dependencia alimentaría de la agricultura y el pastoreo, con las papillas de cereal y la leche del ganado de ordeñe, la lactancia se verá primero complementada y luego francamente cuestionada.
Culturas que no contaron con el tipo de herbívoros capaz de proporcionar leche en abundancia continuaron amamantando normalmente a sus hijos. En Asia menor y central, Africa y Europa, en cambio, sobrevino un paulatino pasaje de la lactancia materna hacia sustitutos animales.
Con el paso del tiempo, el proceso iniciado miles de años atrás continuó, estableciéndose la diferencia entre mujeres pobres (que amamantaban) y "señoras de calidad" que no.
Hacia fines del siglo XIX todavía la alimentación de los bebés de las clases altas estaba a cargo de mujeres alquiladas o esclavas que en ocasiones desarrollaban con ellos vínculos maternos indisolubles.
CULTURA Y LACTANCIA
Es interesante ver cómo la introducción de la leche de los herbívoros domésticos condicionará un cambio en el pool genético de la humanidad. Transformándose la cultura en nuestra verdadera naturaleza.
En las poblaciones de primates (y seguramente también nuestros antepasados) el 95% de los individuos dejan de sintetizar lactasa, la enzima que permite metabolizar la lactosa –el azúcar de la leche- en dos azúcares simples sacarosa y galactosa- en el intestino, cerca de los cinco años de edad.
Este mecanismo está regulado por un gen y es el funcionamiento estadísticamente “normal” en especies que para proveerse de leche solo tienen a sus madres.
En estas poblaciones solo un 5% de “anormales” continúan sintetizando la enzima durante la adultez. La misma proporción se da entre los humanos cuyas culturas no basaron su alimentación en el “robo” de leche a sus animales domésticos, como la población china, japonesa, pacífico-insular, esquimal y americana nativa. Que son en un 95% intolerantes a la lactasa.
En cambio las poblaciones de Asia menor y central, África y Europa donde la supervivencia de los niños y los adultos se vio mejorada en los individuos con este gen anómalo que permitía seguir consumiendo leche de otros mamíferos hasta la adultez, la intolerancia a la lactasa es inversa 5% de intolerantes 95% de tolerantes.
Como vemos, este arreglo cultural que fue la domesticación y el ordeñe permitió mejorar la calidad de vida al aumentar las fuentes alimentarias que sobrevivieran mellizos (que en culturas cazadoras recolectoras es prácticamente imposible) y reducir los espacios intergenésicos y por lo tanto aumentar la población humana.
También en las culturas agrarias, de plantadores y agricultores, la lactancia materna se complementará con papillas, primero de cereal tostado y remojado y recién después del 6000 remojado y hervido.
El éxito de las unidades domésticas de producción mixta (agricultura y pastoreo) fue durante milenios (10.000 a 5000 AC) el motor de los cambios sociales y culturales que nos llevaron a esas organizaciones complejas que son los estados, con producción de excedentes agrarios (y apropiación diferenciada de esos excedentes por diferentes estratos o clases sociales) niveles de administración diferenciados, especializaciones en la producción y circulación de las mismas en intercambio en mercados con moneda y comercio de largo alcance.
En todos los estados, donde hay estratos sociales diferenciados también hay formas de vivir diferenciadas y por lo tanto cocinas diferenciadas (alta cocina, “cuisine” para los señores , baja cocina o cocina campesina o cocina a secas para los plebeyos).
Estas sociedades han marcado los privilegios de las mujeres aristocráticas separándolas de la alimentación. Hay dos actividades que -en todas las sociedades estatales desde hace 6000 años- marcan las diferencias sociales y son la molienda y el amamantamiento: las reinas ni muelen ni amamantan.
La separación de la función nutricia de la mujer aristocrática (que pasará por efecto de demostración a ser la aspiración de los demás estratos sociales) no es otra cosa que la inversión del proceso de dominación del cuerpo de la mujer y es consistente con la aparición de las cocinas diferenciadas (de pobres y de ricos) y cuerpos de clase (durante milenios las clases sociales se distinguían por el tamaño de la cintura, los ricos gordos, los pobres flacos).
Podemos rastrear esta interdicción cultural del amamantamiento en la aparición del "complejo de supremacía masculino" que aparece en las sociedades agrarias, en ambientes circunscriptos y con rápido crecimiento demográfico, donde la distribución empieza a sesgarse, estratificando la sociedad en clases (es decir “inventan” la pobreza) y limitando el consumo de la mitad femenina (porque se necesitan hombres fuertes para “invertir” en la guerra) en favor de la mitad masculina.
Con este rápido racconto de los procesos de producción que condicionaron la organización social vemos que la “competencia” de la lactancia materna tiene raíces muy antiguas y es producto de determinadas condiciones ecológicas, económicas, demográficas que priorizan ciertos y no otros contenidos culturales transformados en símbolos que dan sentido a lo que "hay que hacer " o al modelo de lo que “hay que ser”.
La industrialización pareció poder suplir la lactancia materna con productos aparentemente superiores que décadas después demostraron se altamente perjudiciales para los bebés. Sería recién a partir de los años '60 del siglo XX que el amamantamiento natural recobraría la importancia que comenzó a perder miles de años antes.
CUANDO EL BIBERÓN SUSTITUYÓ A LA TETA
La revolución industrial profundizará los símbolos de desprestigio de la lactancia poniendo como modelo de la producción el individuo-masculino-libre-dispuesto a vender su fuerza de trabajo en el mercado.
El modelo de mujer -madre-nodriza-maestra será condenado como no-moderno y típico de las sociedades del pasado cuando diversas instituciones suplan las funciones que hasta ese momento había cubierto la familia (educación: la escuela, salud: el hospital, cuidados: el asilo y la agro-industria: la alimentación, cada vez mas procesada, envasada, conservada y alejada de la naturaleza). Con la puesta a punto de las leches industriales se "liberará" a la mujer de la crianza para integrarla definitivamente al mundo del trabajo asalariado.
La introducción y expansión del consumo de leche en polvo fue impulsada por todos los sectores sociales, la industria alimentaria y la farmacéutica por obvias razones de conveniencioa pero los industriales en particular apoyaron la difusión de la leche en polvo como elemento clave de la reproducción de una fuerza de trabajo por demás escasa, los médicos (que competían por la mejor fórmula), los políticos (tanto los conservadores para los que “gobernar es poblar” como los socialistas que ponían a la leche en polvo como elemento de liberación femenina e igualdad frente al varón), diversos sectores de intereses divergentes por motivos contradictorios apoyaron y justificaron el levantamiento de la lactancia y sus sustitución por leche de vaca.
Hoy la alimentación está en crisis (la economía y los valores que también pero esos excede esta nota) y nos encontramos ante un verdadero dilema, si no cambiamos los patrones de consumo de TODOS (tanto los que viven en países pobres como aquellos que viven en países ricos) peligramos como especie.
La industria ha convertido los alimentos en OCNI (Objetos Comestibles No Identificados), las condiciones del mercado productivo no ofrecen empleo para todos por lo tanto el uso tiempo y del ingreso se vuelven problemas prioritarios.
El fin de la era industrial nos enfrenta a condiciones ecológicas, económicas, sociales y simbólicas totalmente diferentes a aquellas que dieron origen al desprecio por la lactancia. Por eso aquellas interdicciones culturales que separaban a la mujer de su cuerpo, excluyéndola de su función nutricia están perdiendo sustento y la lactancia materna se nos presenta como una recuperación de sentidos, ligada a la razón, a la ciencia, a la identidad a la salud, al bienestar económico y psicológico.
Antes que recuperar nuestra biología (que no ha cambiado mucho en los últimos 250.000 años) la recuperación de la lactancia materna se inscribe en la recomposición de guiones culturales que estructuran nuevas gramáticas del consumo alimentario.
Dadas estas nuevas condiciones (que podemos apoyar con las investigaciones) creemos que el esfuerzo de reinstalación de la lactancia está condenado al éxito, lo que no quiere decir que se deje se hacer el esfuerzo, sino que algunas de las condiciones culturales que apoyaban la resistencia al amamantamiento han caído y “solo” resta recuperar los guiones culturales que devuelvan a la mujer y al bebe el sano derecho de amamantar y ser amamantado.
Fuente: http://www.muval.com.uy/1_museo_virt_lact1.htm
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Las huellas más antiguas conocidas de homínidos bípedos (3.7 millones de años), aproximadamente contemporáneas de las modificaciones de la mama humana, la sexualidad continua y posteriormente la pereja.
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ESPECIE
En nuestra especie, en los primeros millones de años posteriores a la divergencia, se seleccionaron rasgos adaptativos muy interesantes relacionados con la lactancia: los senos globulares de las hembras humanas por ejemplo pueden ser considerados una maravilla adaptativa, o un cruel engaño (o un engaño maravilloso, como prefiera el lector).
Repasemos algunas de las más importantes características que nos metieron en el corredor evolutivo que terminaría dándole forma al homo sapiens-sapiens (que somos):
a) la bipedestación que liberó las manos de la locomoción permitiendo la acentuación del desarrollo viso-motor y la prensión fina, también acható las caderas en sentido antero-posterior complicando el pasaje del feto en el canal de parto.
b) el omnivorismo que nos condenó a la variedad y donde la ingesta de proteínas y grasas animales disparó el proceso de encefalización, con el coeficiente mas alto de los mamíferos superiores y con el correlato del aumento del volumen de la cabeza en las crías que, combinado con las modificaciones de la cadera, condicionaron nacimientos problemáticos y crías inmaduras (respecto al mundo animal) con una importante exterogestación para nutrir de estímulos ese órgano complejo y metabólicamente caro que es el cerebro humano.
c) la sexualidad continua separó sexualidad de reproducción, posibilitando al mismo tiempo el incremento de la fecundidad y modificaciones conductuales de y entre los géneros, que además vendrían a moderar los efectos de las problemáticas anteriores generadas por a) y b). Aquí se inscriben las modificaciones de la mama humana.
EL IMPACTO DE LA SEXUALIDAD CONTINUA
Aquellas hembras que presentaran en sus senos una película de grasa que luciera como la hinchazón de las mamas en el proceso hormonal correspondiente a la ovulación, atraerían más a los machos, aumentando la frecuencia de encuentros y posibilitando la transmisión de esas características a sus hijas. En grupos tan pequeños como los de los homínidos africanos de hace 5 millones de años una ventaja reproductiva (aún con una envergadura del 0,2%) se transmitiría rápidamente y en 15 generaciones ya tendríamos a todas las hembras con atractivos y mentirosos senos redondeados.
Pero además, la sexualidad continua cimentó las relaciones entre hembras y machos (que no tienen que luchar entre si) para la protección de las inmaduras crías de cerebros gigantescos y delicados, que demandaban proteínas y grasas animales solo posibles de obtener mediante la cooperación, la comunicación y la fabricación de herramientas.
Estas adaptaciones biológicas nos podrían hacer creer que el amamantamiento estaba instalado de por si y para siempre en la especie humana. Y sin duda fue así el 99% de la vida de nuestra especie en el planeta. Pero si redujésemos la humanidad (o la lactancia) a sus aspectos biológicos no comprenderíamos la humanidad (ni la lactancia).
En tanto no conocemos la realidad sino por los símbolos que creamos para comprenderla, la cultura humana, causa y efecto de nuestra humanidad, complejiza el análisis.
Porque con la revolución neolítica y la dependencia alimentaría de la agricultura y el pastoreo, con las papillas de cereal y la leche del ganado de ordeñe, la lactancia se verá primero complementada y luego francamente cuestionada.
Culturas que no contaron con el tipo de herbívoros capaz de proporcionar leche en abundancia continuaron amamantando normalmente a sus hijos. En Asia menor y central, Africa y Europa, en cambio, sobrevino un paulatino pasaje de la lactancia materna hacia sustitutos animales.
Con el paso del tiempo, el proceso iniciado miles de años atrás continuó, estableciéndose la diferencia entre mujeres pobres (que amamantaban) y "señoras de calidad" que no.
Hacia fines del siglo XIX todavía la alimentación de los bebés de las clases altas estaba a cargo de mujeres alquiladas o esclavas que en ocasiones desarrollaban con ellos vínculos maternos indisolubles.
CULTURA Y LACTANCIA
Es interesante ver cómo la introducción de la leche de los herbívoros domésticos condicionará un cambio en el pool genético de la humanidad. Transformándose la cultura en nuestra verdadera naturaleza.
En las poblaciones de primates (y seguramente también nuestros antepasados) el 95% de los individuos dejan de sintetizar lactasa, la enzima que permite metabolizar la lactosa –el azúcar de la leche- en dos azúcares simples sacarosa y galactosa- en el intestino, cerca de los cinco años de edad.
Este mecanismo está regulado por un gen y es el funcionamiento estadísticamente “normal” en especies que para proveerse de leche solo tienen a sus madres.
En estas poblaciones solo un 5% de “anormales” continúan sintetizando la enzima durante la adultez. La misma proporción se da entre los humanos cuyas culturas no basaron su alimentación en el “robo” de leche a sus animales domésticos, como la población china, japonesa, pacífico-insular, esquimal y americana nativa. Que son en un 95% intolerantes a la lactasa.
En cambio las poblaciones de Asia menor y central, África y Europa donde la supervivencia de los niños y los adultos se vio mejorada en los individuos con este gen anómalo que permitía seguir consumiendo leche de otros mamíferos hasta la adultez, la intolerancia a la lactasa es inversa 5% de intolerantes 95% de tolerantes.
Como vemos, este arreglo cultural que fue la domesticación y el ordeñe permitió mejorar la calidad de vida al aumentar las fuentes alimentarias que sobrevivieran mellizos (que en culturas cazadoras recolectoras es prácticamente imposible) y reducir los espacios intergenésicos y por lo tanto aumentar la población humana.
También en las culturas agrarias, de plantadores y agricultores, la lactancia materna se complementará con papillas, primero de cereal tostado y remojado y recién después del 6000 remojado y hervido.
El éxito de las unidades domésticas de producción mixta (agricultura y pastoreo) fue durante milenios (10.000 a 5000 AC) el motor de los cambios sociales y culturales que nos llevaron a esas organizaciones complejas que son los estados, con producción de excedentes agrarios (y apropiación diferenciada de esos excedentes por diferentes estratos o clases sociales) niveles de administración diferenciados, especializaciones en la producción y circulación de las mismas en intercambio en mercados con moneda y comercio de largo alcance.
En todos los estados, donde hay estratos sociales diferenciados también hay formas de vivir diferenciadas y por lo tanto cocinas diferenciadas (alta cocina, “cuisine” para los señores , baja cocina o cocina campesina o cocina a secas para los plebeyos).
Estas sociedades han marcado los privilegios de las mujeres aristocráticas separándolas de la alimentación. Hay dos actividades que -en todas las sociedades estatales desde hace 6000 años- marcan las diferencias sociales y son la molienda y el amamantamiento: las reinas ni muelen ni amamantan.
La separación de la función nutricia de la mujer aristocrática (que pasará por efecto de demostración a ser la aspiración de los demás estratos sociales) no es otra cosa que la inversión del proceso de dominación del cuerpo de la mujer y es consistente con la aparición de las cocinas diferenciadas (de pobres y de ricos) y cuerpos de clase (durante milenios las clases sociales se distinguían por el tamaño de la cintura, los ricos gordos, los pobres flacos).
Podemos rastrear esta interdicción cultural del amamantamiento en la aparición del "complejo de supremacía masculino" que aparece en las sociedades agrarias, en ambientes circunscriptos y con rápido crecimiento demográfico, donde la distribución empieza a sesgarse, estratificando la sociedad en clases (es decir “inventan” la pobreza) y limitando el consumo de la mitad femenina (porque se necesitan hombres fuertes para “invertir” en la guerra) en favor de la mitad masculina.
Con este rápido racconto de los procesos de producción que condicionaron la organización social vemos que la “competencia” de la lactancia materna tiene raíces muy antiguas y es producto de determinadas condiciones ecológicas, económicas, demográficas que priorizan ciertos y no otros contenidos culturales transformados en símbolos que dan sentido a lo que "hay que hacer " o al modelo de lo que “hay que ser”.
La industrialización pareció poder suplir la lactancia materna con productos aparentemente superiores que décadas después demostraron se altamente perjudiciales para los bebés. Sería recién a partir de los años '60 del siglo XX que el amamantamiento natural recobraría la importancia que comenzó a perder miles de años antes.
CUANDO EL BIBERÓN SUSTITUYÓ A LA TETA
La revolución industrial profundizará los símbolos de desprestigio de la lactancia poniendo como modelo de la producción el individuo-masculino-libre-dispuesto a vender su fuerza de trabajo en el mercado.
El modelo de mujer -madre-nodriza-maestra será condenado como no-moderno y típico de las sociedades del pasado cuando diversas instituciones suplan las funciones que hasta ese momento había cubierto la familia (educación: la escuela, salud: el hospital, cuidados: el asilo y la agro-industria: la alimentación, cada vez mas procesada, envasada, conservada y alejada de la naturaleza). Con la puesta a punto de las leches industriales se "liberará" a la mujer de la crianza para integrarla definitivamente al mundo del trabajo asalariado.
La introducción y expansión del consumo de leche en polvo fue impulsada por todos los sectores sociales, la industria alimentaria y la farmacéutica por obvias razones de conveniencioa pero los industriales en particular apoyaron la difusión de la leche en polvo como elemento clave de la reproducción de una fuerza de trabajo por demás escasa, los médicos (que competían por la mejor fórmula), los políticos (tanto los conservadores para los que “gobernar es poblar” como los socialistas que ponían a la leche en polvo como elemento de liberación femenina e igualdad frente al varón), diversos sectores de intereses divergentes por motivos contradictorios apoyaron y justificaron el levantamiento de la lactancia y sus sustitución por leche de vaca.
Hoy la alimentación está en crisis (la economía y los valores que también pero esos excede esta nota) y nos encontramos ante un verdadero dilema, si no cambiamos los patrones de consumo de TODOS (tanto los que viven en países pobres como aquellos que viven en países ricos) peligramos como especie.
La industria ha convertido los alimentos en OCNI (Objetos Comestibles No Identificados), las condiciones del mercado productivo no ofrecen empleo para todos por lo tanto el uso tiempo y del ingreso se vuelven problemas prioritarios.
El fin de la era industrial nos enfrenta a condiciones ecológicas, económicas, sociales y simbólicas totalmente diferentes a aquellas que dieron origen al desprecio por la lactancia. Por eso aquellas interdicciones culturales que separaban a la mujer de su cuerpo, excluyéndola de su función nutricia están perdiendo sustento y la lactancia materna se nos presenta como una recuperación de sentidos, ligada a la razón, a la ciencia, a la identidad a la salud, al bienestar económico y psicológico.
Antes que recuperar nuestra biología (que no ha cambiado mucho en los últimos 250.000 años) la recuperación de la lactancia materna se inscribe en la recomposición de guiones culturales que estructuran nuevas gramáticas del consumo alimentario.
Dadas estas nuevas condiciones (que podemos apoyar con las investigaciones) creemos que el esfuerzo de reinstalación de la lactancia está condenado al éxito, lo que no quiere decir que se deje se hacer el esfuerzo, sino que algunas de las condiciones culturales que apoyaban la resistencia al amamantamiento han caído y “solo” resta recuperar los guiones culturales que devuelvan a la mujer y al bebe el sano derecho de amamantar y ser amamantado.
Fuente: http://www.muval.com.uy/1_museo_virt_lact1.htm
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